La vida quizá en este
momento es desconocida, en distancia es como si hubiera recorrido un centímetro
con respecto a un metro. A veces se dice conocerlo todo y pretender agarrar con
las manos el mundo para el cual somos una insignificante partícula. Eso no
quiere decir que sea necesario verse o actuar como tal, alejados de la
mediocridad, la juventud ha decidido formarse íntegramente; sean ricos, pobres,
rebeldes o acartonados todos tienen en su cabeza que el método de expresar esas
ideas que tanto quieren salir de las bocas es con la educación.
Y no es para menos, en un país
donde el crimen probablemente “no paga” el único incentivo para salir adelante
es dedicarse a producir, no como maquinas, sino a producir intelecto que le de
desarrollo al país. Cuantos cada mañana se quejan de madrugar, pero hay un
dicho muy antiguo que reza que sin sacrificio no hay victoria. No es una obligación
estudiar, es un beneficio poder hacerlo; y es que ciencia cierta la imagen, por
cierto ya muy cercana, de la vida laboral y la monótona rutina ya produce escalofríos.
Cuando sus años mozos hayan terminado y su vida esté dedicada a producir para
poder comer, se acordará de aquella época de estudio y muy seguramente
anhelará volver a ella.
En la presentación de las
cifras de índices de educación superior en Colombia, el Ministerio hizo eco de
que se viene trabajando “muy duro” en la lucha contra la deserción escolar y la
ampliación de la cobertura en materia de educación superior.
Por eso, se destacó el
aumento de 37,1% en 2010 a 42,4% en 2012 en la tasa de cobertura en educación
superior, lo que representa que hoy existan un millón 959.000 de estudiantes
matriculados en algún programa de educación superior.
“Un joven que abandona sus
estudios de educación superior es una pérdida muy grande para el país, para su
familia y para él mismo como persona. Por eso, los grandes esfuerzos que hemos
hecho en estos años para evitar que los jóvenes deserten de la educación
superior han permitido, en términos económicos, importantes beneficios"
dijo la jefe de la cartera de Educación, María Fernanda Campo.
Probablemente muchos estarán
de acuerdo con lo que digo, probablemente estudiantes como yo, que aun creen
que la educación es el camino correcto para resolver todos estos conflictos que
nos aquejan. No hay que ser un mago para descubrir que muchos estudian para ser
millonarios, otros estudian por que ansían el conocimiento y otros quizá por obligación;
pero de todo esto lo bueno que podemos obtener es un país mejor.
Es verdad que la educación viene
desde casa, y si es así pues mucho mejor porque ningún profesor ha sido formado
para criar. Es simple la conclusión, una reacción en cadena, un país educación
es un país tolerante, respetuoso y próspero. La lucha contra la corrupción está
en nuestra educación.
Las protestas de los
estudiantes no son en vano, y aunque quisiera unirme a ellas de algún modo no
soy del tipo revolucionario de marchar, aunque comparto ideas muy favorables.
Es triste que a veces los mismos estudiantes ignoren cosas que suceden en su país
y que los afecta directamente, sin ningún filtro. Esas manifestaciones son el
vivo inconformismo por una educación pública mediocre que ofrece el país; y es
que no nos digamos mentiras, al gobierno le conviene un pueblo ignorante y desconocedor
de sus derechos.
Ese no es el punto al que debería
llegar; el punto es que la juventud de hoy está reaccionando a situaciones que
los ahogan poco a poco. Existe hoy día una conciencia hacia el futuro, no solo político
sino ambiental, social, económico, cultural etc.
Es evidente que las
oportunidades no son equitativas y probablemente nunca lo serán pero eso no
quita el poder y el emprendimiento que tiene la juventud en la sociedad.
Es bastante probable que
cuando se menciona la palabra juventud se asimile casi que inmediatamente con
drogas, sexo, alcohol y rebeldía, y si, probablemente sea cierto, pero y ¿a quién
le importa eso? Estamos condenados a señalar lo malo cuando por delante tenemos
mil cosas buenas, que como un diamante en bruto, están a la espera de ser explotadas.
Por qué condenamos la
juventud con vandalismo, será por la misma razón por la que nos encanta ver novelas
de narcos y delincuentes; porque nuestros ojos ya no tienen una retina sino que
están percudidos de amarillismo.
En este instante de mi
carrera agradezco haber conocido el trabajo de uno de los más grandiosos,
considero yo, periodistas de nuestro país. Y nos es para menos pues su trabajo
ha sabido inspirar la mente de nuevas generaciones de periodistas, me incluyo
en esa lista. Coronell es su apellido.
He aprendido, en el centímetro
de vida que poseo que la vida hay que disfrutarla en todas sus presentaciones,
sea fría, caliente o tibia. Aunque uno no lo quiera hay que tomar de las tres porque
nada está escrito, ni lo estará nunca.
Que mejor que disfrutar de
la juventud, aprender y enseñar si es posible. Así como cuando un día nuestra
mente pensaba en el juego que tanto disfrutábamos en la niñez y así como estará
en un futuro cuando el dinero sea nuestra pesadilla diaria, por eso aconsejo a
la juventud entera nunca crecer, nunca olvidar los sueños y por más pequeña que
sea la meta luchar hasta cumplirla porque si todos somos jóvenes todos somos
felices.