El discurso dado por el director
general del Centro Nacional de Memoria Historia (CNMH), Gonzalo Sánchez Gómez
en el evento de presentación pública del informe ¡basta ya! Colombia: memorias
de guerra y dignidad, realizado el pasado 24 de julio en la plaza de armas de
la casa de Nariño, es un memorial de agravios
de centenares de miles de víctimas del conflicto armado interno, pero
también aspira a ser un acta de compromiso con la transformación del futuro de
Colombia.
Documentan la violencia sufrida
por tantos y tantas compatriotas que en este país llevan décadas sin conocer un
día en paz. Ha sido una violencia de larga trayectoria asociada a múltiples conflictos
sociales y políticos irresueltos. Una violencia que se ha ido transformando en
sus actores, en sus motivaciones, en sus intensidades y en sus mecanismos. Es una
guerra que ha involucrado a la mayor parte del territorio nacional, si bien de
manera muy desigual. Pero sobre todo, es una guerra cuya inmensa mayoría de víctimas forman
parte de la población civil no
combatiente. Es por tanto una guerra injusta, que ha roto todas las reglas
humanitarias, más allá de los objetivos sociales o políticos que los múltiples
bandos puedan presentar.
En el evento, Sánchez Gómez se dirigió
al presidente diciéndole: “Al hacerle entrega de este informe, Señor Presidente, y por su intermedio a las víctimas y a la
sociedad colombiana, estamos cumpliendo un mandato de ley, pero sobretodo
estamos llevando a cabo una responsabilidad ética y moral particularmente
frente a las víctimas: La responsabilidad de esclarecer lo sucedido y de visibilizar su tragedia.” Y así mismo
hizo énfasis en la importancia de este documento en el proceso de paz.
El discurso además plantea las
realidades que aquí son muy duras. Del conjunto de muertes violentas ocurridas
en el país entre 1958 y 2012, por lo
menos 220.000 tienen su origen en el
conflicto armado, y de estas el 80% han
sido civiles. Se trata de cientos de miles de víctimas fatales producto en
especial de masacres, y asesinatos selectivos, a las que hay que sumar, muchos
otros miles de víctimas de desaparición forzada, desplazamiento forzoso,
secuestros, ejecuciones extrajudiciales, reclutamiento ilícito, tortura, minas
antipersonales, y violencia sexual. Son
miles de víctimas, muchas de las cuales han pasado desapercibidas, no solo por
la estrategia de ocultamiento empleada por los actores armados sino por la
indiferencia social e institucional.
Pienso que el compromiso es con
las victimas principalmente, reconocer a las víctimas como una parte fundamental
de los diálogos de paz. Muchos de ellos no están de acuerdo con el reintegro a
la sociedad civil de los que en el pasado le hicieron daño. El presidente
santos debe valorar de manera importante la opinión de estas personas que se
reunieron precisamente para hacerse escuchar.
Con este discurso quisieron decir
que es tan importante el perdón del gobierno colombiano como el perdón de los
grupos ilícitos, pero hacen una anotación y es el hecho de que no sea un perdón
obligado, que no sea un perdón de apariencia, en el que se pida perdón, se
tomen la foto y hasta ahí llegue el tema. Insisten en que el perdón debe ser de
corazón, debe darse de parte y parte y que se sienta la honestidad de la declaración.
Las victimas hacen énfasis en que
el gobierno se equivocó en el manejo del conflicto, dejando morir miles de
personas si atacar las causas directas del conflicto. Pienso que todo
colombiano es víctima, así lo sea en menor porcentaje, del conflicto armado en
Colombia y merecemos tener vos y voto en las decisiones. No es posible que los
que antes nos hicieron daño nos gobiernen en un futuro, no podemos dejar que
los victimarios se conviertan en víctimas y la única salida que puedan lograr
es participar en el gobierno colombiano para no ir a la cárcel.
Colombia es un país dolido, pero así
mismo es un país que no tiene memoria. También es cierto que de no tomar esa opción
seguiríamos por quien sabe cuántos años más en guerra. Es difícil llegar a una decisión,
pero tampoco podemos dejar que manejen sus intereses. ¡No olvidemos que las
victimas somos todos! Por: Tomás Jiménez
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